Juan Carlos Valerón (Gran Canaria, Arguineguín, 1975) es el primer talento del pueblo, un maestro del último pase al que apodaron el flaco. Jugó en el equipo de su localidad desde niño y llamó la atención de las Palmas, el club que le hizo debutar en 1994. Allí consiguió el ascenso a Segunda al lado de su hermano Miguel Ángel y de dos de sus compañeros en el Deportivo: Turu Flores y Manuel Pablo. Se curtió en Segunda y el Mallorca le dio la oportunidad en Primera. El club balear le fichó en 1997 y Valerón mostró que era un futbolista distinto. Fue traspasado al Atlético pero llegó a un equipo en depresión. Valerón conoció la tragedia del descenso en un equipo grande. Tras dos temporadas en el Manzanares el Deportivo lo rescató y allí jugó su mejor fútbol durante 12 campañas.
Valerón llegó a un equipo que acababa de ser campeón de Liga, un equipo humilde que enamoró y sorprendió a los grandes de España y de Europa. Compartió protagonismo en sus primeras campañas con otro genio: Djalminha. El brasileño era un malabarista descarado e insolente. Y Valerón ya leía el fútbol como nadie, dominaba el espacio y encontraba el pase definitivo. El Deportivo vivió la mejor etapa de su historia. Ganó la Liga (el año anterior a la llegada de Valerón), 2 Supercopas de España y una Copa del Rey, la del centenariazo. En aquel partido el Deportivo le robó al Madrid el trofeo en su propia fiesta. Antes del partido, los blancos preparaban una celebración para conmemorar su centenario y la consecución del título, que ya daban por hecho. Los gallegos se conjuraron, ofendidos por el desprecio del rival y arruinaron la celebración. El Deportivo cambió el guión de una noche soñada para el madridismo. Venció 2-1 con goles de Tristán y Sergio. Valerón dio una clase de fútbol, poniendo la pausa, desbordando y alimentando a los delanteros.
El Deportivo dejó un legado tan valioso como sus títulos. Fue un equipo modesto capaz de plantar cara a los grandes de Europa. Lo hizo en la Copa de Europa, el gran escaparate para los blanquiazules. Consiguió victorias de renombre en Old Trafford, Highbury, El Olímpico de Múnich o San Siro. En ellas, Valerón fue siempre el motor del Deportivo.
Un ciclo que acabó en la eliminatoria de semifinales ante el Oporto, que dirigía José Mourinho. El Depor venía de una remontada histórica ante el Milán, en la que Valerón había sido protagonista (marcó un gol y asistió). Pero el Oporto les birló un sueño. La racanería del conjunto portugués y la actuación de Deco pudieron con las ilusiones gallegas y el equipo se quedó a las puertas de la final. Valerón tuvo el gol de la victoria pero Víctor Bahía atajó su disparo. El primer mago de Arguineguín siempre ha sido más feliz dando goles que marcándolos. Respondiendo a esa máxima futbolística de que un gol hace feliz a una persona y una asistencia a dos.
Valerón era un jugador diferente a todos los demás. Con una finura, una conducción precisa y una manera de acariciar el balón inconfundible. A veces parecía que caminaba por el campo pero mejoraba la jugada en cada una de sus intervenciones. El balón no era el mismo después de pasar por sus pies. Valerón era uno de esos jugadores que compensa su lentitud de pies con su velocidad de cabeza. Un mediapunta imaginativo, que veía el fútbol como nadie y conocía el juego como pocos. Sabía cuando debía jugar al primer toque y cuando debía retener el balón y esperar a que surgiese el pase de gol. En esta especialidad, en la asistencia, tal vez sea el mejor de los últimos años. De hecho, Diego Tristán y Makaay fueron pichichis aprovechando sus asistencias.
Valerón fue 46 veces internacional con España y marcó 5 goles. El canario disputó el Mundial de 2002, al que España llegó con esperanzas. Realizó buenos partidos pero la lesión de su socio Diego Tristán, en los primeros partidos, le perjudicó. No pudimos ver una conexión única en el mejor escenario posible. La selección jugaba entonces a otra cosa, aún no había decidido si era “toro o torero” y las diferencias de estilo perjudicaron a Valerón. España cayó en los polémicos cuartos de final ante Corea y Valerón fue consciente de que había perdido su oportunidad. Del Bosque dijo hace poco tiempo que el juego del flaco encajaría con el de la actual selección española. Es una pena que el cambio de estilo del combinado nacional llegara cuando Valerón estaba en pleno declive, con unas rodillas ya debilitadas.
La carrera de Valerón se vio interrumpida por las lesiones en el mejor momento de su vida. Primero en 2005 una entrada salvaje de Peña, del Valladolid, le tuvo apartado tres meses. Al año siguiente, jugaba ante el equipo que le abrió las puertas de Primera División: el Mallorca. Allí se rompió el ligamento cruzado anterior y siguió su calvario. Fue operado y cuando se preparaba para su regreso, en pretemporada llegó su primera recaída (2007). Valerón era un jugador experimentado y tenía que someterse a una nueva operación. Fue constante y creyó en sus posibilidades de recuperación. Reapareció para jugar frente al Real Madrid pero su rodilla se volvió a partir en un entrenamiento a las pocas semanas. Esta vez se lo tomó con más calma y diversos especialistas examinaron su caso. Realizaron una operación más agresiva el 31 de Marzo de 2007 que consistía en el implante de un injerto de cadáver para reconstruir el ligamento dañado. La operación fue un éxito y los médicos fueron optimistas desde el primer momento. Valerón tenía 33 años y tres operaciones a sus espaldas. Pero no se vino abajo y volvió a los campos de fútbol el 27 de Enero de 2008. Después de eso sus rodillas no volvieron a fallar.
Las lesiones afectaron al juego de Valerón: siguió dejando pinceladas de clase pero su radio de acción se redujo. Aún así era siempre el futbolista más imaginativo del campo. Su declive físico coincidió con la decadencia del Depor. El equipo coruñes pasó de luchar en las semifinales de Champions a pelear por la permanencia. Cuando la urgencia del descenso acechaba al Deportivo, Valerón daba la cara y asumía responsabilidades. Los gallegos consiguieron salvarse varias temporadas en situaciones límite. Con Caparrós en el banquillo, el equipo se libró tras una segunda vuelta espectacular. Con Lotina también consiguieron la permanencia, pero tras varios años jugando con fuego el Deportivo se quemó en 2012. Perdió la categoría tras un partido dramático frente al Valencia.
El descenso se consumó con Lotina y la cifra de abonados del Deportivo aumentó con el equipo en Segunda División. Valerón se comprometió a devolver al equipo de su vida a la división que merecía. El canario dijo entonces que le hacía la misma ilusión jugar en Segunda con el Deportivo que con la selección española. Realizó una temporada espectacular y, con Jose Luis Oltra en el banquillo, el Deportivo logró el ascenso con cierta antelación. El flaco había devuelto al Depor a Primera, pero fue tentado y jugó una temporada más en el club gallego.
La temporada fue dura. El Deportivo fue colista durante casi toda la campaña. Parecía descendido en Enero y, en la fase final de la temporada llegó a estar a 8 puntos de la salvación. Entonces llegó Fernando Vázquez al banquillo y el Deportivo se aferró a la permanencia. Valerón fue protagonista de la reacción coruñesa pero el equipo no pudo obrar el milagro. Llegó a la última jornada con opciones pero perdió ante La Real Sociedad, que se jugaba la Champions. Y volvieron a descender, ante la tristeza de toda la afición y del flaco. Valerón apareció en sala de prensa, con la voz más aguda que nunca y, entre lágrimas, anunció su retirada del Deportivo.
La fortuna le regateó en numerosas ocasiones: en el fracaso del Atlético, la derrota ante el Oporto, la eliminación en Corea, sus lesiones de rodilla y finalmente los descensos con el Depor. No consiguió la permanencia un año después del ascenso, el que hubiese sido el final ideal de Valerón en el club gallego. El fútbol es un deporte en el que hasta a los genios se les exige correr más que el rival. Aún así se convirtió muy pronto en ídolo de la afición, en la leyenda del club de su vida: el Deportivo de la Coruña. Una leyenda con aroma a melancolía y grandeza. El flaco fue (y lo sigue siendo) un jugador respetado, apreciado y admirado por todo el fútbol español. Un artista que jugaba a otra cosa.
Valerón volvió a las Palmas de Gran Canaria, su primer club. Regresó a Riazor está vez como visitante y el público se puso en pie para recibirle. El flaco, abrumado y emocionado, agradeció el cariño de una afición entregada al primer mago de Arguineguín.
Valeron ha sido para mí uno de los mejores jugadores,no solo del dépor, si no del fútbol europeo.
ResponderEliminarMe encantan tus artículos Bruno,mucha suerte a ti y a tu dépor,ojalá consigais la permanencia y os quedeis en el sitio que merecéis.
Muchas gracias!
EliminarGrandisimo jugador y un redactor a la altura. Impresionante lo conseguido por el Depor y Valeron.
ResponderEliminarMuchas gracias Adri!
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